La historia LGBT+ en Argentina se refiere a la diversidad de prácticas, militancias y valoraciones culturales sobre sexualidad y géneros disidentes que se desplegaron históricamente en el actual territorio argentino. Abarca la historia de diferentes comunidades y colectivos, cada una con sus características propias, como la historia del lesbianismo, de la homosexualidad masculina (gay), de las genealogías trans, intersexuales, así como de otras disidencias sexuales y de género como las bisexuales, no binarias, fluidas, poliamorosas, BDSM, asexuales, etc. En 2019 la Comisión Organizadora de la XXVIII Marcha del Orgullo de Buenos Aires decidió no utilizar más la sigla LGBT+, ni ninguna otra con mayor cantidad de letras, "porque dejaron de ser representativas. Cada día empiezan a visibilizarse nuevas identidades que rompen con las normas sobre la sexualidad”.[1]
Los pueblos originarios tuvieron diversas formas de abordar las orientaciones sexuales e identidades de género de las personas, en muchos casos admitiendo sexualidades no binarias y no heteronormativas. El Imperio Español y la Iglesia Católica impusieron durante la conquista y colonización una concepción patriarcal y heteronormativa de la sexualidad, basada en un estricto binarismo hombre/mujer, orientada exclusivamente a la reproducción, reprimiendo violentamente las conductas disidentes, mediante la Inquisición y el crimen/pecado de sodomía.
Luego de la independencia en 1810-1816, la situación de las personas LGBT+ en la Argentina siguió la tendencia a la represión moral, médica y psiquiátrica que caracterizó en general a la cultura occidental. En la primera mitad del siglo XX surgieron los edictos policiales que institucionalizaron la criminalización de travestismo y la homosexualidad. En la década de 1960 se crean las primeras organizaciones LGBT+ y se llevan adelante las primeras luchas por el reconocimiento de los derechos, a la vez que las nuevas biotecnologías permiten cambiar los cuerpos de las personas y abren camino al surgimiento de la categoría «transgénero». El grupo Nuestro Mundo y el Frente de Liberación Homosexual son los principales ejemplos al respecto. La dictadura cívico-militar de 1976-1983 erradicó completamente la militancia LGBT+.
Con la recuperación de la democracia en 1983, aún cuando se mantuvo la represión policial e institucional, comenzó un proceso sostenido de organización y movilización, que fue obteniendo progresos notables. Inicialmente son los varones gais quienes logran un nivel considerable de militancia y organización, creando en 1984 la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).[2] En la década del noventa comienza a ganar peso las organizaciones de lesbianas (Las Lunas y Las Otras) y también de travestis y trans (ATTTA, ALITT).[3] A partir de la primera década del siglo XXI, se obtienen avances en la lucha contra la homo-trans-lesbo-fobia y conquistas que gran valor, como la Ley de Matrimonio Igualitario (2010) y la Ley de Identidad de Género (2012).